domingo, 21 de abril de 2013

Su éxito

     

          Necesitaba respirar. El humo había envuelto pesadamente el recinto y cada vez que intentaba inhalar un poco de aire, sus pulmones se apelmazaban y hostigaban con mayor insistencia su sistema nervioso. Entre empujones, codazos y oscas maneras de las cuales se avergozaría más tarde, consiguió abrirse paso entre los asistentes al evento.

         Al fondo del salón  vislumbro una gran balconada, abierta de par en par, con la abertura suficiente para permitir que su cortinaje intentase vagamente bailar con la ligera brisa que conseguía introducirse en aquella monumental estancia.

        Traspasó la puerta, se asió a la barandilla que a escasos metros se encontraba frente a la puerta del balcón  y tomando una gran bocanada de aire fresco, mientras cerraba los ojos intentando visualizar el soplo de vida que inundaba sus pulmones, sonrió entrañablemente.

        Acababa de firmar el contrato de su vida, debía de saborear el triunfo de sus dos últimos años de dedicación. El esfuerzo había sido titánico. Horas y horas de trabajo invertidas, noches enteras sin dormir. Sinsabores, angustias, enfados y un sinfín de lamentables momentos acontecidos. Todo ello amasado junto a una gran cantidad de dosis de imaginación, esfuerzos en equipo, ilusiones modeladas en una intensa realidad  por un fantástico grupo de esforzados profesionales, pero que ahora, en el esplendoroso momento de gloria, su mente, su memoria, su vida en definitiva se desplazaba a una vertiginosa velocidad, atravesando el océano para, allende los mares, divisar durante unos segundos la imagen de su hijo que con una enorme sonrisa le comentaba hace unas escasas horas en conferencia por Skype, el enorme éxito que había tenido el trabajo que ambos habían realizado el mes pasado, y que ya evaluado, le habían otorgado el primer premio. Lamento no poder estar a su lado el siguiente viernes para verle subir al estrado y gozar de su imagen contemplándolo como abrazaba el trofeo del que le hacían poseedor al paso que, como le había jurado horas antes, le brindaba todo su triunfo a su padre.

         - Un fuerte aplauso para el señor González. Señor González, por favor, le estamos esperando.- 
  
          El claro sonido de megafonía le saco de su ensoñación y aspirando un nuevo aliento de frescor, repuso su gesto, enmarco una de sus mejores y mas ensayadas sonrisas y girando militarmente 180º sobre sus talones se introdujo en la sala para recibir entre aplausos, la más sonora enhorabuena de la "crème de la crème" de su profesión por su gran éxito alcanzado mientras la imagen más importante de su vida no dejaba de decirle: 

           - Gracias Papá -


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