domingo, 1 de septiembre de 2013

Brother in arms !!!





Arrastraba los pies la entrar. Cansado, extenuado, casi muerto.

Se sentó en el sillón orejero, roído por el tiempo y comido por el uso.

Encendió con enorme tedio el televisor mientras lanzaba con desprecio el maletín repleto de papeles y atestado de trabajo sobre el solitario sofá de enfrente.

Se ilumino la habitación con los destellos del programa nocturno del día.

Su cara quedo reflejada en la vitrina pálida y mugrienta del mueble del salón.

Comprobó que una parda barba recorría incipiente su rostro y quiso sonreír.

El teléfono comenzó a sonar, pero la melodía que le tenia asignada era tan hermosa que desistió de la idea de coger el celular. Quizás fuese su jefe, quizás el mundo se estuviese derrumbando, pero en ese momento no iba nada con el.

La música inundo el recinto, aullentó a los malos espíritus y le proporciono paz.

Mientras su móvil continuaba entonando la llamada a la alegría, se levanto lentamente e inmediatamente puso el antiquísimo equipo de Hi-Fi a funcionar. Saco uno de sus mejores vinilos, movió con delicadeza el brazo del plato del tocadiscos y con un siseante inicio proporcionado por el roce de la vieja aguja sobre los surcos iniciales del LP,  comenzó a desparramarse su canción preferida por la estancia.

Rebuscando en los cajones del mueble encontró su pitillera, la abrió, y extrajo de su interior un cigarrillo liado hace un par de días.

Humedeció la parte del filtro delicadamente con la punta de la lengua y el exterior de los labios y procedió a encenderlo con mucha, mucha parsimonia.

Era todo un ritual y mientras permitía que el humo azul de su cigarro especial inundase sus pulmones y su mente, acompaso ritmicamente el son de la canción con un ligero y armonioso movimiento de pies.

Y el tiempo se detuvo durante un sueño.

La puerta del dormitorio se abrió inesperadamente. 

Su figura se dibujo insinuante con la contraluz que proporcionaba la tenue iluminación de la mesita de noche.

Era hermosa, bella y ademas su eterna amiga, su incansable compañera, su pañuelo de lagrimas y su mejor consejera.

Con un gesto brusco pero silencioso le increpo por el volumen que inconscientemente le había dado al equipo de música. Cuando pasaba a su altura, mientras revolvía cariñosamente sus cabellos con una mano, le arrebataba con complicidad el porro con la otra, administrándole una enorme calada para luego dejárselo deliberadamente en el alejado cenicero del aparador.

Bajó la intensidad del disco y se asomo al dormitorio de los pequeños. Comprobó que dormían plácidamente y cerro la puerta con cuidado de no despertarlos.

Sabia que era demasiado tarde para amarlo sin control pero le apetecía hacerlo suyo una noche más.

Y la noche se convirtió en fuego y el calor en pasión y la lujuria en aliada, la muerte en vida y la pereza en ilusión. 

Y se besaron, se abrazaron e hicieron el amor durante un instante que pereció la eternidad que se habían prometido y con una enorme sonrisa se durmieron y saborearon su felicidad, la que se habían creado, la que levantaron unidos. 

La felicidad que premia a los osados que aman más de lo que esperan recibir. 


"Figuras con fondo de mar" de Picasso


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