domingo, 3 de noviembre de 2013

Zombis, una noche más!!!








         Caminos estrechos, pasiones inacabadas. Miradas acusadoras pero delicadas se esparcían por la estancia, mientras el murmullo del mundo se disipaba en el vació de sus palabras. Nadie esperaba las caricias somnolientas del anochecer. El aliento se depositaba suavemente sobre sus rostros imprimiendo una ráfaga de paz que tan solo con la distancia aprenderían a comprender. El frió amanecer se interpuso en sus vidas para avivar sus desavenencias. El abrazo del viento se entrelazaba plácidamente en sus sonrisas administrándoles la cordura necesaria para continuar con sus anhelos.

        La música ceso, las luces se hicieron intensas y la oscuridad amiga se disipo abriendo los brazos de la realidad al grupo ingente de desconocidos que se habían dado cita aquella noche de los difuntos en una de las cientos de las nuevas fiestas anglosajonas venida allende los mares. La confusión reinante por la estruendosa música cesó y los efectos del soma generosamente permitido por las prohibiciones gubernamentales, les inferieron una fuerza inusitada que lograría que sus cuerpos adormecidos subsistieran como verdaderos muertos vivientes durante un tiempo indefinido.

         Cogieron un taxi como todas los días al dar por finalizada la fiesta, subieron por la avenida principal mientras se rasgaban las mentiras que la noche les había incrustado en sus corazones. Al detenerse el vehículo frente al bloque de pisos donde estaba situado su apartamento se miraron con una pequeña mueca en lugar de sonrisa, bajaron del coche no sin antes pagar el trayecto con una considerable propina y se deshicieron en alabanzas el uno sobre el otro mientras se percataban de su osada infamia.

        Abrieron las puertas de su racionalidad, se despojaron de sus disfraces, no de sus vetustos vestuarios de alquiler baratos para la ocasión, sino de sus tantas veces mentiras obligadas para no emitir un juicio aniquilador sobre sus vidas. Cepillaron sus dientes, expulsaron sus temores y se deslizaron tras las implacables sabanas del hastió, una noche más.

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