sábado, 17 de mayo de 2014

Camino de la entrevista.


                                                                   "Happy" Pharrell Williams

           Apenas había bajado del tren cuando comenzó a detectar una positiva presencia.

          Las pesadas maletas comenzaron a rodar por el anden, con el traqueteo rítmico de las baldosas del suelo de la estación. 

          Prisas, miradas cansadas, silbidos de avisos, ding-dong de anuncios por megafonía, personas que se cruzan y mientras tanto, él, con su sonrisa.



          La música que en esos momentos abría el día en "Levántate y Cardenas" en su mp3, era una vez más el actual "Happy" de Pharrel Willians, de manera, que mientras cruzaba la estación, movía al ritmo de la canción sus arqueadas piernas, disfrutando de cada uno de sus bailongos y entusiasmados pasos.

          El sol comenzaba a inundar una ciudad, ágil, alegre, cosmopolita e incesante,  pero encapotada por una enorme cúpula gris, debido a la escasez de lluvias durante las ultimas semanas de esa calurosa y recién nacida primavera.

          Con la respiración entrecortada, pues las prisas apremiaban para poder llegar a la entrevista laboral concertada días de manera inusual por unos contactos de unos amigos de unos amigos por internet, se detuvo en el semáforo, y de nuevo una amigable sensación recorrió sus entrañas. Giro la cabeza a ambos lados, intento aguzar la visión frente a la acera de  al otro lado de la gran avenida, giro 180 grados como de manera casual, pero no, no dio con la persona que causaba aquella extraña sensación.

          Verde. El muñequito comenzó a mover pies y brazos mientras el sonido para los ciegos emitía su pistoletazo de salida. El paso de peatones se inundaba de pisadas en todas direcciones, zapatos, zapatillas, sandalias e incluso zuecos, se atropellaban por doquier, y cuando se encontraba ya en mitad de la calle, la rueda de su enorme "trolley" se topo inesperadamente con una "swissgear Potomac", una preciosa porta-portatiles de lujo asida por unas blanquisimas manos, esmeradamente cuidadas y con la manicura recién realizada. 

          La expresión de asombro, disgusto o inquietud de ambos por el encontronazo tras chocar bruscamente las maletas, se suavizo al percatarse ambos de la agradable presencia del portador del artefacto en conflicto.

          Se miraron, sonrieron, intentaron articular palabra alguna y volvieron a sonreír.

          Un claxon impaciente interrumpió su momento, pero ninguno dejo de mirarse fijamente a los ojos.

          El fulgor verdoso de la mirada de ella se fue intensificando con los rayos del impaciente amanecer que se cernía sobre la ciudad. Mientras, la centelleante expresión de él se convirtió en bobalicona al percatarse de que la persona que se encontraba en frente suyo era la mujer de sus incesantes sueños que últimamente le despertaban todas las mañanas envuelto en apasionados sudores.

          Cuando retomo las suficientes fuerzas para poder articular palabra alguna, las bocinas de los coches que por fin  disponían de vía libre para atravesar, el otrora paso de cebra, gracias al disco verde del semaforo, entonaron una singular sinfonía. Él, se envolvió abstraído en una idílica melodía y ante la apabullada sorpresa de ella, el mundo se enmudeció humedamente bajo el tibio pero intenso beso que se atrevió a posar sobre sus carnosos labios con la mayor sensibilidad del mundo mientras esperaba estoicamente un enorme bofetón por tal enorme osadía ante aquella preciosa desconocida.

          El silbato del guarda urbano sobresalió sobre los pitidos constantes de los coches inmovilizados ante tal espectáculo, cuando las tibias manos de ella soltaron el maletín con ruedas para apasionadamente apretar con dulzura sus labios contra los de él mientras asía su rostro con ambas palmas.

          El tiempo se detuvo, el sol inundo pasmado de una ilusionante luz la amplia avenida, los coches enmudecieron, e incluso un globo con forma de gnomo es escapaba de la mano de un pequeño para poder divisar la hermosa situación desde lo más alto y comprobar absorto el extraordinario desenlace.

          De esto hace ahora más de 10 años, y aun ahora, después de tanto tiempo ya casados, a él se le eriza la piel cuando tiene que abandonar el hogar para coger un nuevo tren y cruzar una nueva e intrigante avenida, pero ella sonríe porque sabe que nadie habrá concertado una enigmática entrevista de trabajo a la que él nunca llegaría a acudir tras otro fortuito encuentro de "trolleys"


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